Season 10, episode 25
On her way to Costa Rica, Sandra was pushed out of a plane and instead landed with a handsome stranger, Gabriel, in the Yucatan peninsula. Gabriel claims he needs Sandra’s help to find the treasure of the Jaguar King. His searching brings them to the ruins of the Mayan city Chichen Itzá.
This story is in the third person and present tense. Important vocabulary in the story includes: “tesoro” (treasure),“coquetear” (to flirt), “jalar” (to pull), and “trono” (throne).
La aventura de la vida, parte 2
Sandra mira las olas chocar contra la playa en Costa Rica. El sol calienta su cuerpo. Está muy tranquila y feliz. Es la vacación perfecta.
De repente, el cielo se pone oscuro. El océano ahora es turbulento. Una ola enorme se levanta y cae encima de Sandra. La ola jala a Sandra y la arrastra al mar. Sandra grita. Una mano agarra su brazo y Sandra lucha contra el enemigo.
Sandra se levanta del sueño desorientada. No está en el agua, ni en Costa Rica. Después de un rato, todo el día anterior vuelve a su memoria. Está en una casa abandonada en la jungla del Yucatán, en México, con un hombre desconocido que saltó con ella de un avión. Mira la mano de Gabriel en su brazo.
—¿Tuviste una pesadilla? Estabas gritando —dice Gabriel.
—Dijiste que me explicarías por qué estoy aquí —responde Sandra ignorando la pregunta. Mueve su brazo de la mano de Gabriel.
—Primero comemos —dice Gabriel. Le da una barra de granola y la mitad de un mango. Sandra tiene hambre y acepta la comida sin quejarse. La barra de granola no es nada especial, pero el mango es la fruta más dulce y rica que ha comido en su vida.
—Hemos comido. Dime ya. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? —demanda Sandra.
—Busco algo y creo que me puedes ayudar —responde Gabriel.
—¿Qué buscas? ¿Y cómo puedo ayudar? Ya te dije, no soy nadie especial —pregunta Sandra.
—No diría que no eres especial. Te ves excepcional —dice Gabriel con una sonrisa coqueta. Sandra responde con un suspiro frustrado y Gabriel continúa—. Busco el tesoro del Rey Jaguar.
—¿El Rey Jaguar? ¿Como en mi libro? —pregunta Sandra.
—Sí.
—Pero mi libro es un libro de ficción. No había un Rey Jaguar ni un tesoro. Es un mito, no es realidad —dice Sandra, frustrada con la estupidez de Gabriel.
—Todos los mitos tienen base en la realidad. He encontrado varios tesoros que decían que no existían —dice Gabriel.
—¿En serio? ¿Entonces por qué no te reconozco? ¿No serías famoso por tus hallazgos, como un verdadero Indiana Jones? —observa Sandra sarcásticamente.
—No lo hago por la fama —dice Gabriel.
—¿Y si no te quiero ayudar?
—Caminaré contigo al próximo pueblo. Tienes tu mochila con tu cartera y pasaporte. Puedes volver a casa o Costa Rica y continuar con tu vacación, suponiendo que los hombres del avión no te encuentren —contesta Gabriel.
Sandra piensa en el siniestro hombre del avión y luego en el hombre guapo que tiene en frente. Aunque no conoce bien a Gabriel, su instinto le dice que no le hará daño.
—¿Cuál es tu plan? —pregunta Sandra. Gabriel sonríe. Es aún más guapo cuando sonríe.
—Creo que el tesoro está en una de las ruinas mayas en la península de Yucatán. Pienso empezar con la más famosa —responde Gabriel.
—Chichén Itzá.
—Eres inteligente además de hermosa —dice Gabriel con otra sonrisa. Nadie ha coqueteado con Sandra en tanto tiempo que no sabe cómo responder. Se sonroja y aclara la garganta.
—Pues, ¿qué esperamos? Cuanto más pronto encontremos el tesoro, más pronto podré volver a mis vacaciones.
Dos horas después están en un autobús rumbo a Chichén Itzá. Sandra lee su libro, aunque ahora no lo trata como ficción: lee buscando pistas para encontrar el supuesto tesoro. Gabriel duerme a su lado. De vez en cuando, Sandra mira a Gabriel. Realmente es guapo. Su pelo oscuro es un poco rizado. Su piel de color caramelo es suave. Parece musculoso. «Pero me empujó de un avión», piensa Sandra, y vuelve su atención al libro.
Llegan a la entrada de Chichén Itzá. Hay un montón de gente porque es domingo y los domingos los ciudadanos mexicanos no tienen que pagar para entrar. Sandra y Gabriel pagan y entran. Pasan por puestos de artesanías y llegan al gran templo, El Castillo.
—¡Es maravilloso! —exclama Sandra.
—Por eso es una de las siete maravillas modernas del mundo —dice Gabriel.
—La arquitectura es tan impresionante. ¿Sabías que en el solsticio el sol aparece perfectamente en la escalera, terminando en la cabeza de serpiente en la base y dando la apariencia de una gran serpiente? Es el dios maya Kukulcán. Además, el templo está construido encima de múltiples templos, como una muñeca rusa, uno sobre otro —explica Sandra.
—¿Y sabías que en uno de los cuartos del templo hay un trono de jaguar? Es rojo con ojos y manchas de jade. Necesitamos entrar allí. Creo que el tesoro está debajo del trono —dice Gabriel.
—No es posible. Nadie puede subir al templo. Está muy vigilado. Además, si hubiera un tesoro debajo del trono, ¿no crees que ya lo habrían encontrado? —responde Sandra, dudosa.
—Yo tengo algo que los arqueólogos no tienen —dice Gabriel mirando a Sandra. Ella no comprende.
—Pues, ¿cuál es tu plan? Te van a atrapar antes de pisar un solo escalón —dice Sandra.
—Mi plan ahorita es ser turista —dice Gabriel. Saca una cámara desechable de su bolsillo y toma fotos.
Sandra está confundida, pero no sabe qué más hacer, así que sigue a Gabriel por las ruinas. Visitan el Cenote Sagrado, el lugar que dio inicio a la ciudad de Chichén Itzá. Miran el gran espació donde jugaban el juego de pelota y ven los petroglifos de jugadores literalmente perdiendo la cabeza. Observan el Grupo de las Mil Columnas con su estatua lejana de Chac Mool, el dios de la lluvia. Por fin caminan al Observatorio.
Por todos lados hay gente vendiendo artesanías, ropa, mantas y más. Gabriel para en uno de los puestos y compra una estatua pequeña. Es la cabeza de un jaguar con la boca abierta pintada en colores brillantes.
«Realmente está obsesionado con los jaguares», piensa Sandra.
El parque cierra a las cinco y las personas caminan hacia la salida. Gabriel y Sandra caminan con los demás. De repente, Gabriel jala a Sandra detrás de una pared.
—¿Qué haces? —pregunta Sandra en un susurro.
—No podemos entrar al Castillo con todos los turistas presentes, así que entraremos esta noche —responde Gabriel.
—No, yo no voy a romper la ley. Me gustaría poder volver a México algún día —dice Sandra y hace para salir.
—Es la única manera de encontrar el tesoro. ¿No te gustaría el interior del templo? —dice Gabriel, con los ojos brillantes.
Sandra está en conflicto. Quiere subir al templo, pero no quiere ser un criminal. Un guardia pasa y Gabriel y Sandra se refugian más dentro de una casa en ruinas. «Ya estoy rompiendo la ley», piensa Sandra.
—Bien. Te ayudaré —susurra Sandra.
—Excelente. Ahora esperamos la noche —dice Gabriel con emoción.
El fin.
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