Season 10, episode 28
Previous chapters of La aventura de la vida include: Parte 1 , Parte 2, Parte 3, Parte 4
Sandra barely escaped death in an underground river. Now she and Gabriel must find their way out. Each twist and turn of the dark caverns brings them deeper into the underworld.
This story is in the third person and present tense, with some present subjunctive and other verb forms used as needed to tell the story. Important vocabulary in the story includes: “oscuridad” (darkness),“susurrar” (to whisper), “conocimiento” (knowledge), “escalofriante” (scary), and “calaveras” (skulls).
La aventura de la vida, parte 5
—Sandra…Sandra, ¿me escuchas?
Sandra siente las manos de Gabriel sacudiéndola. Su mente no quiere enfocarse. Se dobla a un lado, tose y vomita agua. Limpia su boca con la mano. Abre los ojos, pero no ve nada. Está en completa oscuridad. Es escalofriante.
«Estoy en Xibalbá —piensa— ¿pero estoy aquí de visita o permanentemente?»
—¿Sandra? —la voz preocupada de Gabriel se repite. Sandra mueve la cabeza en la dirección del sonido.
—¿Gabriel? —dice con voz ronca. Escucha un suspiro y Gabriel la abraza con fuerza.
—Pensé que te había perdido —susurra.
El cuerpo caliente de Gabriel confirma que Sandra no está muerta; está viva. Tiene ganas de llorar, pero no puede perder la cabeza. Necesita salir de allí.
—¿Dónde estamos? —pregunta Sandra.
—No sé. Cuando salí del agua, no lo investigué; solo me importaba no perderte. Metí las manos en el río para agarrarte cuando pasabas —dice Gabriel.
—Gracias por salvarme la vida —susurra Sandra. La corriente eléctrica que sintió en el cenote vuelve con fuerza.
—Es mi culpa que estés en esta situación, y te prometo que saldremos de aquí —responde Gabriel.
Sandra quiere confiar en él, pero la verdad es que no sabe nada de Gabriel. Puede estar mintiendo. Se mueve fuera de los brazos cálidos de Gabriel. Ella todavía tiene su mochila, y aunque está completamente mojada, tal vez haya algo que pueda ayudarlos.
Abre la mochila en la oscuridad y palpa el contenido. El libro está encima. Pone el libro mojado a un lado y remueve otras cosas: el celular y cargador, una chamarra, una botella vacía y una bolsa de cosméticos. Cuando levanta la bolsa de cosméticos, recuerda que es impermeable y que contiene las llaves de su coche, y en su llavero hay una minúscula linterna.
Saca la pequeña linterna de la bolsa y la enciende. La luz no es fuerte, pero ilumina la cueva lo suficiente para ver. Hay montones de huesos al lado de las paredes. Hay calaveras de animales y humanos adyacentes a los huesos. Es una vista espantosa.
Las piedras de la cueva tienen relieves de sacrificios. Sacerdotes levantan cuchillos de obsidiana sobre los cuerpos de sus víctimas. Serpientes saltan de las imágenes, representando la sangre derramada.
—¡Mira! —exclama Gabriel. Tiene la mochila de Sandra en una mano y el libro en la otra. Levanta el libro para que Sandra lo vea. En la tapa hay un relieve de un jaguar con la boca abierta. Sandra sigue el dedo de Gabriel y ve el mismo relieve en la pared, por encima de una puerta.
—Imagino que encontramos la ruta —dice Sandra. Siente una sensación de terror en el estómago, pero ¿qué más puede hacer? No quiere volver al río subterráneo. No tiene otra opción que pasar debajo del jaguar.
Sandra y Gabriel caminan por un pasillo. Hay calaveras montadas en la pared. Las calaveras parecen girar para mirarlos mientras pasan. Sandra cree que las calaveras susurran. Escucha sus advertencias de peligro y sufrimiento. Entre las voces y el aire frío y húmedo, Sandra no deja de temblar.
—¿Estás bien? —pregunta Gabriel. Sandra no quiere parecer paranoica y asiente.
—Solo tengo frío —responde.
De repente, la linterna se apaga y Sandra y Gabriel quedan absortos por la oscuridad. Sandra sacude la linterna y trata de encenderla, pero no pasa nada.
La oscuridad es opresiva. Sandra no puede ver nada. Las voces de las calaveras vuelven más fuertes. Hablan de torturas y desesperación. Extiende las manos para encontrar la puerta y tocar algo, pero no encuentra nada. Siente molesta y enojada.
—¿Qué pasa con la linterna? —pregunta Gabriel, molesto.
—No sé. No se enciende —responde Sandra, frustrada. Su mente se llena de enojo contra el hombre a su lado. Tiene ganas de empujarlo y salir corriendo.
Hasta el aire de la oscuridad es opresivo. Sandra siente una depresión fuerte y casi no puede respirar. Pensamientos de fracaso llenan su cabeza. Siente que nunca va a salir, que su vida se ha terminado. Escucha risas y voces burlonas. Sus pensamientos se vuelven tan oscuros como el aire. ¿Cómo van a salir de allí si no pueden ver nada? ¡Van a morir en la tierra de los muertos! Ella entra en pánico y empieza a hiperventilar.
En la oscuridad, dos brazos toman a Sandra y la estrechan contra un cuerpo cálido y fuerte.
—Sandra, respira conmigo —dice la voz tranquila de Gabriel. Sandra se enfoca en su respiración. Inhala y exhala al ritmo del pecho de Gabriel. Los pensamientos de desesperación empiezan a desaparecer mientras su mente se tranquiliza.
—Gracias —murmura Sandra en el pecho de Gabriel. Se siente mucho más calmada.
—Está bien. Yo escuché las voces también —admite Gabriel.
—Tenemos que salir de aquí o me volveré loca —dice Sandra.
—Si no te vuelves loca enseñando a un salón de niños de doce años, creo que puedes mantener la calma aquí en esta cueva —dice Gabriel.
Sandra sonríe. Piensa en las loquerías de sus estudiantes y en las frases tontas que adoptan cada año. Gabriel tiene razón. Solo necesita enfocarse y no perder la cabeza.
—Necesitamos encontrar el tesoro y salir de aquí —dice Sandra con resolución.
—Exacto. ¿Tienes idea de cómo hacerlo? —pregunta Gabriel.
—¿Tú me forzaste a venir en esta aventura y ahora quieres que yo la guíe? ¿No tienes un plan? —responde Sandra, incrédula.
—La única pista que tenía era el trono del jaguar en Chichén Itzá. Por eso te necesito. Tienes más conocimiento de los mayas que yo —dice Gabriel.
—Hay muchísimos maestros de español en el mundo con conocimiento de los mayas. Ni mencionar todas las personas que viven aquí en México o Guatemala con conocimiento propio. ¿Por qué yo? —inquiere Sandra.
—Eres especial. Y solo tú tienes este libro —dice Gabriel. En la oscuridad, Sandra siente el libro en la mano de Gabriel. No comprende completamente el razonamiento de Gabriel, pero no quiere discutir más. Quiere salir de allí. Piensa en el libro y en todas las posibilidades de su situación.
El libro fue un regalo de su abuela. A su abuela le gustaba contar las leyendas mayas. Varias hablaban de Xibalbá y de la conexión entre la vida y la muerte. Antes de su viaje, su abuela le dio el libro. En el libro, un joven guerrero enamorado es sacrificado en el altar de El Castillo en Chichén Itzá. Llega a Xibalbá, pero quiere volver al mundo de los vivos y su amor.
Encuentra a otro muerto, un rey con un tocado de jaguar en la cabeza. El rey jaguar guía al guerrero por los salones que prueban su valentía y honor. Sandra no ha terminado el libro todavía, pero un pensamiento escalofriante entra su cabeza.
Tranquiliza su mente y su cuerpo y busca ciertas sensaciones. Después de unos segundos, huele metal y putrefacción en el aire. No quiere moverse en esa dirección, pero otra vez, no hay otra opción.
Toma la mano de Gabriel y lo guía por la oscuridad hacia el olor. Con cada paso, el olor se vuelve más fuerte y el terror crece en su interior. Por fin ven una luz roja en la distancia.
Sandra y Gabriel salen de la cueva oscura de desesperación y entran a una caverna alta cubierta de luz rosada. Un gran río divide la caverna. Gabriel se acerca al río para investigar, pero Sandra lo agarra.
—¡No te acerques! —advierte, al mismo tiempo que un brazo blanco se levanta del agua y agarra el pie de Gabriel. Jala con una fuerza increíble, pero Gabriel se escapa.
No es cualquier río. Está lleno de sangre y cuerpos. Es el río de los sacrificados que corre por el corazón de Xibalbá.
De repente, tres figuras salen de la oscuridad. ¡Son los hombres malos que los persiguen! Llevan cuchillos de obsidiana en las manos. Sandra mira entre ellos y el río de sangre. Literalmente, está entre la muerte y la muerte.
El fin.
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