Season 10, episode 26
Previous chapters of La aventura de la vida include: Parte 1 , Parte 2
Sandra and Gabriel are hiding out in one of the may ruins of Chichen Itzá so they can climb El Castillo and enter the temple. Of course, finding the treasure of the Jaguar King won’t be so easy as Sandra quickly finds out.
This story is in the third person and present tense. Important vocabulary in the story includes: “corazón” (heart),“rugido” (roar), “empujar” (to push), “jade” (jade), “calavera” (skull), “escalofrío” (shiver), and “relieve” (relief, stone art carving in the wall).
La aventura de la vida, parte 3
Sandra y Gabriel se miran en la sombra de las ruinas de Chichen Itzá. Todavía hace sol y no quieren subir a El Castillo cuando los guardias pueden verlos. Se sientan en silencio y Sandra piensa en su situación. Todavía no puede creer que está en esta situación. Solo quería unas vacaciones tranquilas en la playa, no una aventura peligrosa rompiendo las leyes en México.
Cuando está oscuro, Gabriel se levanta y mira a su alrededor. Es hora de cometer su crimen. Caminan con cuidado de su escondite hacia la gran pirámide. Hay un guardia caminando por el campo.
—¿Cómo vamos a subir los 91 (noventa y un) escalones sin que nos vea? —pregunta Sandra.
—¿Hay 91 escalones? —Gabriel responde a su pregunta con otra pregunta.
—Sí. Cada lado tiene 91 escalones. 91 por 4 (cuatro)son 364 (trescientos sesenta y cuatro), más la parte superior son 365, igual que el número de días en un año según el calendario maya —explica Sandra.
—No sabía eso. Eres una gran maestra —dice Gabriel, impresionado.
—¿Vas a contestar mi pregunta? ¿Cómo vamos a subir sin ser notados? —se repite Sandra.
—Cuando el guardia se va, corremos —dice Gabriel con una sonrisa. Sus dientes blancos reflejan la luz de la luna.
—Qué buen plan —dice Sandra sarcásticamente.
Esperan unos minutos y el guardia se mueve a otra área del parque arqueólogo. Sandra y Gabriel corren con cuidado y llegan a la pirámide. Sandra tiene mariposas en el estómago y adrenalina en sus venas. Sabe que no debe subir la pirámide, pero al mismo tiempo siente la tentación de tocar El Castillo.
—Ahora —susurra Gabriel y empieza a escalar la pirámide. Sandra lo sigue. Escalan gateando para ser menos visibles. Gracias a los dioses, una nube cubre la luna y les da más protección.
Sandra está sudando cuando llegan al salón en la parte superior de la pirámide. Se sienta para controlar su respiración. La luna sale de las nubes y su luz se filtra por el espacio. Aunque la luz no es fuerte, Sandra puede ver una estatua de un hombre reclinado con las manos encima de su estómago, listas para recibir un regalo. Es Chac Mool, dios de la lluvia. Sandra camina hacia la estatua y toca las manos de Chac Mool. En el tiempo de los mayas, estas manos recibieron los corazones de los sacrificados, corazones que cortaron de cuerpos vivos con cuchillos de obsidiana. Un escalofrío pasa por su cuerpo al pensar en el número de corazones que pasaron por este altar.
Gabriel está concentrado en el trono del jaguar. Es rojo con círculos verdes. Los círculos son de jade. La boca del jaguar está abierta, mostrando cuatro colmillos.
—Guau —es todo lo que puede decir Sandra. El jaguar es fascinante.
—Guau es correcto —dice Gabriel, con los ojos brillando. Toca el jade con reverencia, pero también como si buscara algo.
—Guau no es suficiente —dice una tercera voz y Sandra y Gabriel voltean para ver al hombre del avión. Dos hombres más aparecen a su lado.
—¿Qué hacen aquí? —pregunta Sandra.
—Vinimos a hacer un sacrificio a Kukulcán —responde el hombre. Después de sus palabras, los hombres a su lado se mueven hacia Sandra y le agarran los brazos. El hombre del avión levanta un cuchillo de obsidiana dirigido a su pecho.
De repente, el rugido de un jaguar llena el templo. Los hombres se distraen buscando la fuente del sonido y Sandra usa la distracción para pisar fuerte el pie de uno y morder la mano del otro. El hombre con el cuchillo ataca y corta su hombro. Sandra grita de dolor y corre hacia Gabriel, al otro lado del trono del jaguar.
Gabriel tiene la pequeña estatua de jaguar que había comprado a un vendedor más temprano cuando visitaron las ruinas. Cuando sopla por un hueco, hace el rugido de un jaguar.
Los tres hombres siniestros caminan hacia Sandra y Gabriel. Sandra tiene miedo. No quiere terminar sus vacaciones como un sacrificio a los dioses. Sabe que era un honor para algunas personas, pero ella todavía tiene mucha vida por delante.
—¿Tienes algo más para defendernos que esta cabeza de jaguar? ¿Dónde está el movimiento mágico que usaste en el avión? —pregunta.
—Tengo algo más mágico —dice Gabriel. Aun en esta situación peligrosa, Sandra ve una sonrisa.
Gabriel rompe la camiseta ensangrentada del hombro de Sandra y la pone en la boca abierta del jaguar rojo. Luego, sopla por la estatuilla en sus manos. El rugido del jaguar llena el templo de nuevo, pero esta vez, el piso debajo de sus pies tiembla.
—¿Qué está pasando? —grita Sandra.
Las rocas caen y los tres hombres se mueven hacia la entrada mientras Sandra y Gabriel agarran el trono del jaguar. De repente, todo el piso debajo del trono del jaguar se abre y Sandra y Gabriel caen.
—¡Uf! —exclama Gabriel cuando aterriza. Sandra le cae encima poco después.
—¿Estás bien? —pregunta, tocándola con cuidado.
—Tengo un corte en mi hombro y acabo de caer más de seis metros. ¿Cómo crees que estoy? —responde Sandra, enfadada. Se mueve a un lado y Gabriel extraña el peso de su cuerpo, pero no puede pensar en eso. Los hombres van a bajar y necesitan moverse rápido.
Se levanta y prende una linterna. Como sospechaba, están en otro templo. Sandra dijo que El Castillo estaba construido sobre otros templos, y ella tenía razón.
Hay varios relieves en las paredes. Los mayas no tenían una lengua escrita y compartían sus historias con arte. Los relieves muestran sacrificios. Serpientes salen de los pechos de los sacrificados y los sacerdotes levantan corazones y cuchillos en el aire.
De repente, Sandra chilla. Gabriel mueve la luz para ver la causa y nota restos humanos en el suelo. Debajo de los huesos, nota algo más en el piso. Es un relieve de Kukulcán. Gabriel no está sorprendido. El Castillo es el templo de Kukulcán, uno de los dioses más importantes para los mayas. Es un dios de creación, asociado con el viento, las tormentas y la vida.
Gabriel mueve los huesos para ver mejor el relieve. El cuerpo serpentino de Kukulcán forma un círculo, su cabeza en el centro con la boca abierta. Los ojos de la serpiente están vacíos y Gabriel tiene una idea.
El trono del jaguar está en buenas condiciones considerando su caída. Basado en su inspección anterior, Gabriel sabe exactamente qué rocas de jade están sueltas. Toma las dos rocas y las pone en los huecos de los ojos de Kukulcán.
Otra vez, el suelo tiembla y rocas caen. Sandra se pega a una pared y Gabriel la cubre con su cuerpo para protegerla. Aunque no quiere admitirlo, Sandra está agradecida por la protección.
Cuando los temblores terminan, Sandra se atreve a abrir sus ojos. Ve los ojos oscuros de Gabriel mirándola fijamente y siente una corriente eléctrica correr por su cuerpo. No dura mucho tiempo porque Gabriel voltea para ver el hoyo que se abrió en el suelo.
La caída al tercer templo no es tan alta. Gabriel salta abajo primero y ofrece su mano a Sandra para ayudarla. Ella ignora la ayuda. Necesita tener cuidado con este hombre o va a perder su corazón figurativamente.
Hay movimiento arriba y Sandra está preocupada. Sabe que los hombres malos van a bajar a este salón y está ansiosa por salir con vida. Inspeccionan el espacio y ven muchas calaveras. Unas solo son relieves en la roca, pero otras son muy reales.
Basándose en los otros dos templos del Castillo, Sandra sabe que necesitan mover algo o hacer algo para abrir el suelo. Busca pistas, pero es difícil en la oscuridad. Gabriel empieza a tocar las calaveras en la pared. Las empuja como si fueran botones de un elevador. Sandra decide copiarlo. Ve una calavera con un jaguar encima y una serpiente debajo, y la empuja. La roca se mueve un poco.
—¡Gabriel! Creo que hay algo aquí —dice.
Gabriel camina hacia el relieve y lo toca con reverencia. Luego empuja. La roca se mueve un poco más. Ambos Sandra y Gabriel empujan contra la calavera decorada. De repente, la puerta se abre y los dos caen en un tobogán dentro de la pared.
Sus caras y brazos rompen telarañas mientras caen por el tobogán. Dan vueltas y chocan contra rocas, pero todavía siguen cayendo. Cuando Sandra piensa que ya no puede más, el tobogán termina y los dos caen en el agua fría de un cenote.
El fin.
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