Season 10, episode 23
If you follow me on Instagram, you know that I love hiking in nature. At the beginning of July I did a few really difficult hikes in the mountains. While they were hard, they were also stunningly beautiful. Today’s story recounts the poetic beauty I find when hiking on the trail.
This story is in the first person and present tense. Important vocabulary in the story includes: “sendero” (trail),“árboles” (trees), “flores” (flowers), “cascada” (waterfall) and “sigue” (continues/follows).
El sendero
El sendero parece como cualquier otro: un paseo de tierra entre los árboles. Pero este sendero no es como cualquier otro. Este sendero es especial.
El sendero empieza en un bosquecillo de álamos temblones. La corteza blanca y suave de los álamos temblones contrasta con sus hojas verdes y el azul brillante del cielo. Entre los álamos temblones hay flores amarillas en tallos altos. Las hojas de los álamos temblones y las flores amarillas se mueven en el viento como un saludo de “buenos días” en una mañana bonita.
El sendero sube rápido entre los árboles y flores. Partes del sendero son muy empinadas, y las rocas y la tierra se mueven bajo mis pies. Pero el sendero continúa, y yo también.
Escucho el rugido del agua. Después de unos pasos, los árboles se abren y una cascada aparece en el bosque. El agua de la cascada cae por las rocas, salpicando las plantas que crecen a su orilla.
Mientras sube el sendero, los álamos temblones desaparecen y los pinos aparecen. Con los pinos viene un olor bonito y dulce: el olor del bosque. Los pinos ofrecen sombra del sol caliente. Nuevas flores amarillas, moradas, azules y blancas, decoran la tierra al lado de los pinos.
Y todavía, el sendero sube. Sube entre los pinos altos hasta que los pinos también desaparecen. El sendero ha llegado a la línea de los árboles. Los árboles necesitan ciertas condiciones para crecer, y más arriba de esa línea, las condiciones alpinas no permiten los árboles.
Aunque no hay árboles, todavía hay mucha vida. Una alfombra de flores silvestres en colores brillantes cubre la tierra. Mariposas con alas amarillas y naranjas suben y bajan entre las flores. Abejas gordas recolectan polen.
Detrás de las flores y su actividad, las montañas, con nieve en sus grietas, dominan la vista. El sendero sube una de esas montañas. Es difícil caminar por la inclinación del sendero y las rocas, y es difícil respirar por la falta de oxígeno. Pero el sendero sigue, y yo también.
La girasol alpina, que también se llama “el viejo de la montaña”, me anima a continuar mi viaje en el sendero. Cientos de girasoles diminutos cubren la tierra bajo picos escarpados. Su color amarillo en el terreno accidentado es como una sonrisa de la Pachamama, la Madre Tierra.
El sendero cruza rocas sueltas. Un paso incorrecto podría resultar en una caída dolorosa, y ese pensamiento me preocupa. Mirar hacia abajo me llena de terror. El sendero sube muy alto, y no me gustan las alturas. Una ráfaga repentina de viento me quita el equilibrio y, por un momento, no puedo moverme.
Pierdo el sendero entre las rocas y busco un montículo de piedras. Esas pequeñas torres de piedras identifican el sendero en áreas donde es fácil perder el camino.
Aunque tengo miedo de la altura y respiro con dificultad, sigo adelante, siguiendo los montículos de piedras, para ver la belleza del sendero. ¡Y qué belleza! Aún en esas alturas, flores blancas y moradas crecen entre las rocas, unas más pequeñas que la uña de mi dedito. Nubes flotan como algodón en el cielo azul sobre las montañas.
He llegado al paso, pero quiero subir una montaña, entonces sigo el sendero hasta el pico. No es una de las montañas más altas de Colorado, pero todavía ofrece una vista increíble. Desde un pico de más de 13,000 pies, o 4,000 metros, puedo ver por millas en todas direcciones.
Desde el sendero en el pico, veo lagos alpinos. Veo valles verdes. Veo árboles y flores. Veo casadas. Veo pájaros volando por abajo. A veces veo una cabra de montaña o una ochotona.
Me encanta la sensación que tengo cuando estoy por encima de la línea de árboles mirando las montañas a lo lejos. Me siento libre de las preocupaciones de la vida. Me siento transportada, como si pudiera ver lo que es más importante en la vida y alinear mis prioridades.
En esos momentos en las montañas, me siento a la vez minúscula, especial y poderosa. Me siento minúscula porque ¡soy una parte tan pequeña de este mundo maravilloso! Pero también me siento especial porque creo que el mismo Dios que creó este mundo maravilloso que estoy viendo me creó a mí y que Él se preocupa por mí. Finalmente, me siento poderosa, porque sé que puedo superar los obstáculos de la vida de la misma manera que he superado los obstáculos del sendero – un paso a la vez.
Sin embargo, llegar a la cima de la montaña no es el fin del sendero. El sendero continúa, y yo lo sigo. El sendero baja la montaña. Pierdo el sendero en un campo de nieve. Busco un lugar seguro para pasar al otro lado. Sigo adelante con cuidado porque la nieve está blanda por el sol.
Llego al otro lado y encuentro el sendero de nuevo. Brinco por pequeños arroyos de nieve derretida. El sendero pasa por un lago alpino. El agua sirve como un espejo, reflejando la belleza de las montañas. Flores crecen en la orilla y peces brincan en el agua helada.
Escucho un silbido. Es una marmota. Avisa a las otras marmotas de mi presencia. Unas marmotas corren a sus casas bajo las rocas cuando paso por el sendero. Otras marmotas sienten curiosidad y me observan desde una distancia.
Sigo el sendero entre rocas enormes cubiertas de musgo. Parecen las paredes de un castillo antiguo, pero no hay castillos en las montañas aquí, solo son rocas. ¡Qué lástima!
El sendero continúa. Baja de las alturas para estar otra vez entre los pinos. Al lado del sendero están los restos de una cabaña, probablemente la vieja casa de un minero. Entre la madera de las paredes caídas hay un cubo oxidado. Imagino al minero buscando oro y plata en las Montañas Rocosas. Quizás caminaba por el mismo sendero que uso.
El sendero llega a un riachuelo. No hay un puente. No hay rocas grandes, ni un árbol para cruzarlo. Es imposible brincar de un lado al otro. Me siento y me quito los zapatos. Pongo un pie en el agua. ¡Está muy fría! El agua helada pasa rápido y trato de no perder el equilibrio y caerme en el riachuelo. Aunque esté fría, el agua es refrescante y me gusta.
Me pongo los zapatos de nuevo y sigo el sendero. Pasa por un claro en el bosque. Hay movimiento en el claro y veo una cierva y dos pequeños cervatos. No quiero espantarlos, así que no me muevo. Comen las plantas al lado del sendero. De repente, la cierva me ve y corre con sus cervatos a los árboles.
Camino por flores tan altas como yo en el claro. Otra vez veo mariposas blancas y abejas amarillas volando entre los pétalos morados. Siento que el sendero está pasando por un mundo de fantasía.
Encuentro un arbusto de frambuesa al lado del sendero. La frambuesa es mi fruta favorita, así que como algunas. De repente, escucho un ruido. ¡Un oso también come las frambuesas!
Reacciono con calma. Doy unas palmadas y grito: “¡Hola oso!”. El oso levanta su cabeza. Doy otra palmada y grito otra vez: “¡Hola oso!”. El oso me tiene mas miedo a mí que yo a él, y se va corriendo. ¡Por suerte, no corre por mi sendero!
Sigo el sendero por más árboles y flores. El sendero pasa por el barranco de un cañón y veo varios colores en las rocas. Abajo en el cañón hay muchas cascadas. El agua está lejos, pero el rugido del agua todavía es fuerte.
El sendero baja la montaña. Me duelen los dedos de los pies y las pantorrillas, pero sigo adelante. Otra vez paso por el bosquecillo de álamos temblones. Ahora, en vez de decir “buenos días”, sus hojas me dicen “hasta luego”.
Finalmente, llego de nuevo a mi coche. El sendero ha terminado, y yo también. Regreso a casa completamente agotada, pero llena de la energía refrescante de la hermosa naturaleza que encontré en el sendero.
El fin.
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