Season 10, episode 10
Benjamín is not like other children. He goes to school and enjoys playing, but he is not a normal child: he is a robot child. He had an accident in front of his friend Elian. Now, Elian and other kids are whispering about him and calling him a monster. Catalina and Gustavo are willing to do anything to protect their little family, but will it be enough?
This story is in the third person and the present tense with some future tense and subjunctive as well. Important vocabulary in the story includes: “se acerca” (approaches/nears), “vete” (go away), “piedras” (stones), and “abraza” (hugs).
El hijo robot, parte 4
Catalina y Gustavo tienen un hijo, pero su hijo no es normal, es un hijo robot. Ellos quieren mucho a su hijo; es su hijo milagroso. Quieren que su hijo tenga una vida normal como la de un niño normal de diez años.
Pero un día, su hijo, Benjamín, tiene un accidente mientras juega con los otros niños en la calle. Monta en bicicleta con su amigo Elian y se cae. Al caer, se rasga la piel artificial de su mano y es posible ver parte de su esqueleto metálico y los cables que controlan sus movimientos.
Gustavo ve a Benjamín, lo recoge y entran a la casa rápidamente. Cree que los otros niños no vieron nada. Saben que Benjamín debe tener más cuidado.
Gustavo está preocupado por Benjamín. No es necesariamente legal tener un hijo robot. Tiene miedo de perder a su hijo. No sabe qué pasará si las personas descubren que él y su esposa tienen la capacidad de construir un robot tan real. No quiere que Benjamín se convierta en el sujeto de un estudio científico; quiere que siga siendo su hijo y que tenga una vida normal.
Catalina no quiere que Benjamín regrese a la escuela, pero Gustavo señala que los vecinos y la escuela ya saben que Benjamín existe, y sería raro que no asistiera a la escuela ahora.
Cuando llega a la escuela el lunes, Benjamín ve a Elian. Lo saluda, pero Elian lo ignora. Camina a otro niño en el patio de recreo y hablan en susurros. El otro niño mira a Benjamín con miedo mientras Elian le habla. Benjamín se acerca a su amigo, pero Elian no quiere estar con él.
—¡Vete, monstruo! —grita Elian. El otro niño también empieza a gritar.
—¡Eres un monstruo! ¡Vete, monstruo!
Benjamín está confundido. Cuando escucha la palabra «monstruo», se le vienen imágenes del monstruo de Frankenstein y de criaturas peludas de las películas. Benjamín no se parece en nada a ellos.
Durante todo el día, Elian habla en susurros con otros niños en la clase. Cuando Benjamín pasa cerca, los niños dejan de hablar y lo miran con miedo. En la cafetería, nadie quiere sentarse cerca de él. En el recreo, nadie quiere jugar con él.
Cuando Catalina llega al fin del día para caminar a casa con Benjamín, nota que está diferente. Trata de hablar con él, pero Benjamín no quiere conversar, así que Catalina lo abraza y le dice que escuchará cuando él esté listo.
Antes de apagar a Benjamín y conectarlo para recargar sus baterías, Catalina intenta hablar nuevamente con su hijo.
—Sé que algo pasó en la escuela hoy. Pareces triste —dice.
—Los niños no fueron amables hoy. Normalmente quieren jugar y hablar conmigo, pero hoy no. Sentí como un extraño, como si fuera diferente a ellos —dice Benjamín después de una pausa.
—¿Qué te hizo sentir así? —pregunta Catalina.
—Me llamaron «monstruo» —dice Benjamín en voz baja.
Catalina lo abraza fuerte y lo besa. Siempre había temido este momento. Desde que Benjamín pidió ir a la escuela, tenía miedo de que descubrieran la verdad sobre su hijo precioso.
Esa noche, habla con Gustavo. Deciden que Benjamín no irá a la escuela por un tiempo. Llamarán y dirán que está enfermo. Quizás, después de unos días, los niños se olviden de los rumores sobre Benjamín y hablen de otras cosas.
Durante dos días, Benjamín se queda en casa. Ayuda a su padre en el taller donde reparan aparatos eléctricos. Antes de ir a la escuela, Benjamín ayudaba mucho en el taller porque tenía una inteligencia sin límites. Sin embargo, Catalina había reducido su nivel de inteligencia para que fuera más parecido al nivel de un niño de diez años. Ahora no puede ayudar tanto como antes.
Benjamín está aburrido en el taller. También, está triste porque quiere ir a la escuela con los otros niños. Le gusta la escuela. Le gustan las actividades en la escuela como la música, la educación física y el arte. Pero no le gusta que los otros niños lo llamen «monstruo».
Después de la escuela, Elian y otros niños montan en bicicleta en la calle. Benjamín los mira desde la casa. No quiere estar en casa con su papá; quiere estar otra vez en una bicicleta con Elian y sus amigos. Mientras su padre está ocupado, Benjamín sale de la casa y se acerca a los niños.
—Hola, Elian —dice Benjamín.
—¡Es el monstruo de Frankenstein! —grita Elian.
—No soy un monstruo —responde Benjamín.
—Sí lo eres. No eres normal. Cuando te caíste, no sangraste —dice Elian.
—No soy un monstruo —repite Benjamín.
—Si no eres un monstruo, ¿qué eres? Porque no eres como nosotros —dice otro niño.
—Solo soy un niño —dice Benjamín.
—No te creemos. ¡Vete, monstruo! —grita Elian. Baja de su bicicleta, toma una piedra de la calle y la lanza a Benjamín. Los otros niños también bajan de sus bicicletas y recogen piedras.
—¡Vete, monstruo! —gritan los niños mientras lanzan piedras a Benjamín.
Benjamín trata de proteger a su cara con las manos. Al principio, las piedras son pequeñas, pero los niños no se detienen y lanzan piedras más grandes. Las piedras rasgan sus brazos, dejando visibles los cables. Un niño lanza una piedra muy grande. Golpea el costado de la cabeza de Benjamín, rompiendo la piel y revelando su cráneo metálico.
Los niños gritan con terror. Los gritos son tan fuertes que varios adultos salen de sus casas. Los adultos ven a Benjamín con los cables de sus brazos y el metal de su cráneo expuestos. Todos están muy sorprendidos y un poco asustados.
En ese momento, Catalina llega del trabajo. Los niños en la calle recogen sus bicicletas y corren a sus casas. Catalina corre a Benjamin y lo lleva adentro. Trabaja con Gustavo para reparar el daño físico.
Después, Catalina y Gustavo hablan. Tienen miedo de la reacción de la comunidad. Deciden que, por el bien de su pequeña familia, deben irse. Empacan algunas maletas y bolsas con ropa, documentos, herramientas y otras necesidades. No quieren que los vecinos los vean, entonces deciden irse en secreto durante la noche.
Están en medio de los preparativos cuando alguien toca a la puerta. Lo ignoran, pero vuelven a tocar. Gustavo va a la ventana y ve un carro de policía frente a la casa. Tocan la puerta más fuerte.
Catalina y Gustavo tienen miedo. Caminan con Benjamín a la puerta trasera. Están a punto de saltar la cerca y escapar por el jardín del vecino cuando una luz los ilumina.
—Catalina, Gustavo, vengan con nosotros —dice una voz fría.
—No hemos hecho nada malo. No hemos roto ninguna ley. No nos pueden arrestar —dice Gustavo.
Una figura se acerca a la familia. Es un hombre que trabaja con Catalina. Ignora a Catalina y se concentra en Benjamín.
—Fascinante —dice el hombre, observando a Benjamín. Catalina abraza a su hijo y trata de protegerlo de la vista de su compañero de trabajo.
—¿Qué haces aquí, Javier? —pregunta Catalina al hombre.
—Estoy aquí por tu pequeño experimento —dice Javier, señalando a Benjamín.
De repente, dos hombres más aparecen y agarran a Benjamín. Lo llevan a la fuerza hacia un camión.
—¡No! ¡Mi hijo! ¡Benjamín! —llora Catalina. Otros hombres aparecen y agarran a Catalina y Gustavo. Los llevan hacia otro camión.
—¡Déjenos en paz! ¡No hemos hecho nada! ¿Qué quieren de nosotros?—grita Gustavo.
—Queremos que construyan más robots —responde Javier con una sonrisa maliciosa antes de cerrar la puerta del camión.
El fin.
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