Season 10, episode 9
Catalina and Gustavo built a robot child. Now that child wants to go to school like other children. There are so many things that could go wrong, but they take the risk. Will it work? Will they be able to convince everyone that Benjamín is a normal 10-year-old child?
This story is in the third person and the present tense with some future tense as well. Important vocabulary in the story includes: “ajustes” (adjustments), “vuelven” (return), “cuerpo” (body), and “seguro” (safe).
El hijo robot, parte 3
Benjamín es el hijo robot de Catalina y Gustavo. Pasa sus días en la casa ayudando a su padre en su taller. Catalina y Gustavo juegan y hacen muchas actividades con él, pero en secreto. Nadie sabe que Benjamín existe hasta que un día cuando un niño se cae enfrente de su casa. Benjamín siente compasión por el niño y sale para ayudarlo. Descubre al hablar con el niño que los otros niños no se quedan en casa todo el día ayudando a sus padres; ellos van a la escuela.
Las imágenes de la «escuela» que aparecen en el cerebro digital de Benjamín muestran niños jugando y aprendiendo de maestros amables. Hay clases de arte y música. Benjamín está intrigado por las imágenes y quiere ir a la escuela con los otros niños.
Catalina y Gustavo no están seguros. Tienen miedo de mandar a Benjamín a la escuela. ¿Cómo explicarán su existencia? ¿Qué pensarán los demás de él? ¿Tendrá problemas con los estudiantes? ¿Descubrirán que es un robot? ¿Estará seguro Benjamín en una escuela?
Al fin, sienten compasión por Benjamín. Quieren darle una niñez normal, y la niñez incluye ir a la escuela. Pero Benjamín no puede asistir sin antes hacerle algunos ajustes a su cerebro artificial.
Primero, Benjamín es demasiado inteligente. Sabrá todas las respuestas a todas las preguntas de los maestros. No necesitará hacer cálculos en papel, porque su cerebro es una computadora. Entonces, Catalina limita drásticamente su acceso al internet. Benjamín tiene el cuerpo de un niño de diez años y necesita también la capacidad mental de un niño de diez años.
Segundo, Benjamín habla demasiado como un robot. Los estudiantes se burlarán de su voz y su manera de hablar. Los maestros notarán que Benjamín es diferente de otros niños. Entonces, Catalina, Gustavo y Benjamín miran películas con niños y practican frases hasta que Benjamín habla como un niño normal.
El problema más grande es cómo explicar la presencia de Benjamín. La comunidad conoce bien a Catalina y Gustavo. Saben que Catalina no estaba embarazada y que no tienen hijos. ¿Cómo explicarán la aparición de un niño de diez años?
Al final, deciden decir que Benjamín es su sobrino, el hijo de la hermana de Gustavo que vive en otro país. Falsifican un certificado de nacimiento y otros documentos necesarios.
Están nerviosos, pero todo está listo para el primer día de escuela de Benjamín. Salen de casa para caminar a la escuela. Unos niños corren por la calle mientras otros caminan de la mano con sus padres. Varios niños y adultos miran a Catalina, Gustavo y Benjamín. ¿Qué miran? ¿Qué pensarán?
Catalina quiere volver a casa, pero Benjamín está muy emocionado. Tiene una gran sonrisa en su rostro. Así que Catalina continúa hasta la oficina.
En la oficina Catalina y Gustavo explican que quieren inscribir a Benjamín. Muestran el certificado de nacimiento falso y dicen que la madre de Benjamín trabaja mucho y por eso está viviendo con ellos. La escuela acepta toda la información sin problema. Al fin, Catalina completa un formulario en una pequeña computadora y luego acompañan a Benjamín a su nuevo salón de clase.
Catalina abraza a Benjamín y Gustavo le acaricia el pelo. Luego, Benjamín entra al salón con los otros niños. Uno de ellos es Elian, el niño que se cayó y que introdujo a Benjamín la idea de la escuela. Catalina y Gustavo miran mientras Benjamín se sienta, y la clase comienza. Después, vuelven a casa para esperar el fin del día escolar.
A las tres, Catalina y Gustavo esperan afuera de la escuela. Benjamín sale corriendo con Elian. Tiene una gran sonrisa.
—¿Cómo fue tu día? —pregunta Gustavo.
—Fue genial. Aprendimos a multiplicar números —responde Benjamín.
—¡Benjamín es súper inteligente! Sabía todas las respuestas. ¡Calcula los números como un robot! —exclama Elian.
Al oír la palabra «robot» tanto Catalina como Gustavo se congelan. Gustavo trata de reírse.
—Ja, ja. Buen trabajo, Benjamín. Toda la práctica matemática que hiciste este verano fue muy beneficioso —mienta Gustavo para hacer la situación más creíble.
—Pero, papá, yo no… —Benjamín empieza, pero Catalina lo interrumpe.
—Estamos muy orgullosos de ti —dice y lo besa en la frente.
—¡Hasta mañana, Benjamín! —Elian grita y se va corriendo a su casa.
En casa, Catalina revisa el cerebro de Benjamín. Pensaba que había reducido su nivel de inteligencia lo suficiente, per resulta que el problema no es el nivel de inteligencia, sino la rapidez con la que aprende. Catalina hace algunos ajustes y conecta a Benjamin para recargar sus baterías.
El próximo día Benjamín vuelve a casa con un dibujo que hizo en la clase de arte. El dibujo es perfecto, con líneas rectas e imágenes profesionales. Catalina se da cuenta de que necesita ajustar el control motor de Benjamín. Abre su cabeza, encuentra la corteza cerebral artificial, cambia un poco la programación y experimenta con un nuevo dibujo. Después de varios ajustes, Benjamín dibuja como un niño normal de diez años.
El resto de la semana pasa con pequeños ajustes. Nadie vuelve a mencionar la palabra «robot». Catalina está satisfecha; cree que la programación está en su punto perfecto.
El viernes después de escuela, Elian invita a Benjamín a jugar. Benjamin quiere ir, pero Catalina no lo permite. Piensa en todos los posibles escenarios terribles. ¿Qué pasará si Benjamín se cae y se rompe la piel artificial? ¿O si toca agua y sufre un cortocircuito? ¿Qué pasará si usa demasiada fuerza con otro niño? Catalina no quiere arriesgar la seguridad de Benjamín.
Así que en lugar de jugar con los niños en la calle, Gustavo y Benjamín se pasan la pelota en el jardín trasero. Gustavo nota que Benjamín no está tan animado como antes. Tampoco está agarrando la pelota como antes con los ajustes a su control motor. Gustavo reconoce que Benjamín prefiere estar con los otros niños en vez de sus padres. Pero Gustavo también comparte las preocupaciones de Catalina. Tiene miedo a lo que pasará si personas descubren que Benjamín es un robot.
Un mes pasa y todo parece perfecto. Cada mañana caminan a la escuela y después caminan a casa. Benjamín parece feliz y tiene amigos en clase. Habla y actúa como un niño normal de diez años. Catalina y Gustavo casi olvidan que es un robot.
El único obstáculo a su felicidad es que Benjamín quiere jugar con Elian y los otros niños los fines de semana. Típicamente montan en bicicleta o juegan al fútbol en la calle. Catalina y Gustavo no lo permiten porque tienen miedo.
Un sábado, Elian toca a la puerta. Gustavo está en su taller y Catalina trabaja en su computadora en la oficina, así que Benjamín abre la puerta. Elian lo invita a jugar. Benjamín sabe que si pide el permiso, sus padres dirán que no, entonces sale de la casa sin decirles nada.
Benjamín no tiene una bicicleta, pero Elian tiene una extra. Los dos chicos montan en bicicleta por la calle. Benjamín siente el aire en su piel artificial y va muy rápido. Le gusta la sensación de ir rápido en bici.
Otro grupo de niños juega al fútbol en la calle. De repente, la pelota de fútbol golpea la cabeza de Benjamín. Benjamín se cae de la bicicleta y choca con el asfalto.
Elian viene corriendo al lado de Benjamín. Benjamín no está lastimado y se levanta, sin embargo, parte de la piel de su mano está rasgada. Puede ver su esqueleto metálico y los cables que controlan sus dedos. Benjamín mira su mano en shock, y los ojos de Elian se ponen grandes.
En ese momento, Gustavo sale corriendo de su casa. Agarra el brazo de Benjamin y vuelven a la casa. Gustavo revisa todo el cuerpo de Benjamin y cuando ve que todo el resto de su cuerpo está bien, empieza a arreglar la mano.
—Lo siento, papá —dice Benjamín. Nota que su padre está preocupado y agitado, pero más por miedo que por enojo.
—Mijo, necesitas tener más cuidado. Si la gente descubre que eres un robot, podrían pasar cosas malas —le dice Gustavo con cariño. Catalina entra, y la familia se abraza.
—Te queremos mucho, Benjamín. Eres nuestro hijo milagroso —añade Catalina.
—Yo también los quiero. Tendré más cuidado —responde Benjamín.
El fin.
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