Season 7, episode 6
This seventh season of Simple Stories in Spanish is updating some of my favorite episodes. Today’s remake is from Season 3, episode 3: La leyenda del Caleuche (Listen to the original here). In southern Chile there is an island named Chiloé. The fishermen of Chiloé tell the tale of a ghost ship: the Caleuche. This ship is different from others because it is driven by a lovely mermaid queen who throws parties for her court. But before they can have their party, they need to harvest souls.
This story includes dialogue and both the present and past tenses. Repeated words and phrases include “barco” (ship), “pescador” (fisherman), “sirena” (mermaid), “olas” (waves), “cielo” (sky), “hacia” (towards) and “lubina” (seabass).
La leyenda del Caleuche
En el sur de Chile hay una isla que se llama Chiloé. Las personas que viven en la isla de Chiloé son pescadores. No tienen otras opciones de empleo. Trabajan en los barcos que pescan en el océano. Buscan la lubina chilena – un pescado delicioso y popular en todo el mundo. Los barcos de pescadores van y pescan todo el día. A veces van en excursiones que duran dos o tres días. Después vuelven a los pueblos con toda la lubina chilena que pueden encontrar.
Por desgracia, pescar puede ser un trabajo peligroso y complicado. A veces los barcos que salen a pescar en el océano no vuelven a los pueblos. El océano puede cambiar de una superficie tranquila sin movimiento a olas enormes y violentas en solo minutos. Pero no todos los barcos o pescadores se desaparecieron en tormentas. Unos encontraron su fin en lo supernatural.
Había una vez un joven en la isla de Chiloé que se llamaba Agustín. Tenía diecisiete (17) años. Agustín necesitaba trabajar para ayudar a su familia. Entonces iba a un barco a pescar la lubina.
A Agustín le gustaba estar en el barco. Le gustaba sentir el viento en su cara y oír las olas del mar. Le gustaba trabajar. En la noche, le gustaba relajar y ver el cielo infinito lleno de estrellas.
—Me encanta estar aquí en el agua —Agustín dijo a nadie en particular.
—Ay, en un día como hoy, el mar parece perfecto. Pero abajo hay criaturas que te matarían en un instante, o te harían algo peor —un pescador viejo le dijo.
—¿Qué tipo de criaturas? —Agustín preguntó con curiosidad. Le encantaban los cuentos del mar.
—Las sirenas. Tienen el cuerpo de una mujer hermosa, pero donde deben tener piernas, tienen una cola de pez —el viejo respondió—. Nadan alrededor de los barcos en la noche y cantan. Su canto hipnotiza a los hombres. Saltan al agua para estar con las bellas damas. Ellas agarran a sus víctimas y los llevan a las profundidades del mar.
—Pf, es solo un cuento. Las sirenas no existen —Agustín dijo. Se rió a la idea de una criatura parte mujer y parte pez.
—Sí existen. Las he visto y tienen una reina: la sirena Chilota. Ella es especial. Tiene una hermana que se llama Picoya y un hermano que se llama Picoy. Ellos trabajan por Chilota. Causan tormentas y después coleccionan los espíritus de los pescadores que mueren en las tormentas. Llevan los espíritus al barco de Chilota: el Caleuche —el viejo pescador continuó con reverencia.
—Yo he oído del Caleuche. Mi abuelo dijo que es un barco blanco y que los espíritus de los pescadores que se mueren en el océano van a vivir en el Caleuche. Dijo que celebran todas las noches —Agustín dijo.
—Ay, parece un barco de fiesta. Tiene luces y hay música y danza a bordo. Pero ten cuidado, muchacho. Las apariencias engañan. El Caleuche no es un barco divertido, es un barco del infierno —el viejo advirtió—. Los espíritus de los pescadores no sienten nada. No sienten diversión o felicidad. Viven como zombis. Solo existen para la diversión de Chilota y su corte.
Agustín no respondió. Pensó que una eternidad en la presencia de música y danza no fue tan terrible o espantosa. Sus pensamientos aparecieron en la expresión de su cara. El viejo vio que Agustín no estaba afectado.
—Un día verás. Todos los pescadores encuentran el Caleuche o sus sirenas en algún momento —con esas palabras, el viejo se fue.
«Qué tontería» Agustín pensó. Sirenas que atrapan a hombres y causan tormentas. Barcos fantasmas. No fue real. Agustín volvió su atención al cielo lleno de estrellas.
Oyó un chapoteo fuerte. Miró hacia el agua y vio un movimiento. Vio una cola que desapareció debajo del barco. «Solo un delfín» pensó.
De repente, nubes negras llenaron el cielo. El agua, que hace segundos estaba tranquila, explotó en grandes olas violentas. Empezó a llover y relámpagos iluminaron el barco.
Agustín trabajó con los otros pescadores a mantener el control del barco en las olas grandes. Un hombre desafortunado se cayó al agua. Agustín quiso rescatarlo y se preparó para saltar al agua.
—¡No saltes! —el hombre viejo gritó y agarró a Agustín.
—¡Tenemos que rescatarlo o va a morir! —Agustín gritó.
—Ya está con Picoy y Picoya. ¡Mira! —el viejo apuntó al agua. Agustín vio dos peces enormes en el agua en el área donde el hombre se cayó al agua. Pero, no eran peces, exactamente. Tenían colas de peces, pero parecían tener cabezas humanas.
—El Caleuche ya tiene su espíritu. La tormenta va a terminar —el viejo dijo. Minutos después, el agua se calmó, la lluvia se acabó y las nubes desaparecieron. Augustín estaba seguro de que en la distancia vio un barco blanco.
Años después, Agustín trabajaba en un barco de pescar. Había unos pescadores jóvenes a bordo. Agustín les contó su encuentro con el Caleuche. Los pescadores jóvenes no lo creyeron.
—Un día verás. Todos los pescadores encuentran el Caleuche o sus sirenas en algún momento —Agustín repitió las palabras del viejo pescador que le enseñó de Chilota, Picoya y Picoy.
En la noche, Agustín miraba el cielo llena de estrellas. Era una noche calmada y bonita. De repente, una niebla cubrió el agua. En la niebla, Agustín oyó música. Oyó una canción encantadora. Agustín reconoció la música y sintió miedo. Vio un pescador joven caminando hacia la voz en el agua.
—¡No saltes, son las sirenas! Te llevaran al Caleuche —Agustín gritó.
—No me importa, necesito estar con ella. Su voz es encantadora y ella es tan bonita —el joven miró al agua donde una mujer bella nadaba en el mar. Pero Agustín sabía que no era una mujer, era una sirena.
Agustín corrió al muchacho, pero llegó tarde. El muchacho saltó al agua para estar con la sirena bella. Al entrar, la sirena agarró su mano. Rápidamente, la sirena nadó hacia el fondo del mar. Unos minutos después, Agustín vio la sirena de nuevo. Nadaba con un fantasma hacia un barco blanco.
El fin.
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